El puerto de Alicante ha amanecido este viernes sin la placa dedicada al Stanbrook, el último barco que salió de España con refugiados republicanos durante los últimos días de Guerra Civil. El acto vandálico coincide con los actos organizados el jueves en recuerdo de las víctimas que los bombardeos franquistas causaron en el Mercado Central de Alicante. 

El puerto alicantino se convirtió durante los últimos días de la República en una auténtica ratonera humana. Cientos de personas acudieron al puerto esperando poder escapar de España. Sin embargo, Franco no permitió la salida de estas personas y solo pudo salir un barco, el Stanbrook, que lo hizo gracias a la valentía de su capitán y de su tripulación. 

'Al menos dos barcos intentaron llegar al puerto de Alicante para sacar a refugiados de allí, pero dos buques de Franco lo impidieron. Con el Canarias y el Volcano, Franco estableció un cordón sanitario frente al puerto. El general quería un escarmiento masivo a todos los que habían apoyado la República. Franco los quería a todos', relató a Público Ángel Bahamonde, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III de Madrid, autor de Madrid 1939, la conjura del coronel Casado (Ed. Cátedra).


Franco y el Gobierno de Gran Bretaña llevaban semanas negociando la evacuación de los republicanos que querían abandonar el país. A principios de marzo, el Gobierno inglés adoptó una postura oficial sobre este tema. Los historiadores Ángel Bahamonde y Cervera señalan que la postura de Reino Unido fue que cualquier forma de evacuación debía contar con la aprobación del Gobierno de Franco. Con todo esto, el Ejecutivo británico dejó claro que lo ideal era que Franco dejara salir a a todo el que quisiera. El Generalísimo, por contra, había aceptado una evacuación selectiva de republicanos que afectaba al general Casado y los suyos. No permitiría la salida de nadie más.

El 30 de marzo, con cerca de 14.000 republicanos esperando en el puerto de Alicante, el almirantazgo británico envió un mensaje a los barcos de Reino Unido que navegaban en el Mediterráneo. El mensaje era escueto y dejaba todo dicho: 'La política del Gobierno permanece inalterable y las instrucciones para los barcos de Su Majestad siguen siendo las que se han transmitido en telegramas anteriores. Los buques de Su Majestad no deberán entrar en puertos españoles para recoger a los refugiados republicanos'. Alicante era una ratonera sin salida.

El escritor Eduardo de Guzmán, que quedó en el puerto, describió de la siguiente manera lo que sus ojos vieron en el puerto: “Continúan los suicidios. En la parte exterior del muelle dos cadáveres flotan junto al rompeolas. Un individuo que pasea por el muelle con aparente tranquilidad se pega un tiro en la cabeza. Otro muchacho se pega un tiro y la bala después de atravesar su cuerpo hiere mortalmente a un viejo de pelo blanco. Dos días más y el fascismo no tendrá nada que hacer porque nos habremos matado todos”.

Con más del doble de pasajeros de los permitidos, el Stanbrook zarpó rumbo a Orán. Una de aquellas pasajeras era Helia, que tenía cuatro años. Helia recordó para Público como el capitán Dickson, el único que se apiadó de los vencidos, permitió que entrara todo el mundo posible al barco desobedeciendo las órdenes de seguridad y ordenó a los presentes que nadie se moviera durante el viaje por peligro a desestabilizar el barco. “El trayecto fue infame. Llovió y no teníamos con qué cubrirnos. Tampoco podíamos ir al aseo. La embarcación tenía solo dos aseos y éramos más de 3000, y allí se había refugiado un montón de gente. Hice mis necesidades en la cubierta”, sentencia.